HiperResumen
- Muros: parte superior horadada mediante vanos.
- Material: madera (techumbre), piedra, mármol.
- Elementos sustentantes: columnas clásicas de mármol, jónicas o corintias.
- Elementos sustentados: arcos de medio punto o entablamentos, en la separación entre las distintas naves. Semicúpula en el ábside. Ante el altar un gran arco que simboliza el triunfo de la Iglesia e imita los arcos del triunfo romanos. Las naves están cubiertas por techumbre plana.
- Vanos y luz: La nave central recibe más luz. Las laterales quedan en penumbra. El ábside recibe una intensa luz que simboliza lo sagrado.
- Espacio interno: plan longitudinal. Las naves están separadas por columnas y, a veces, una nave transversal (transepto), las cruza. Esto simboliza la cruz. En el ábside se encuentra el presbiterio con los asientos del clero. El espacio es simétrico y dirigido al ábside por la luz, por la sucesión de columnas y la longitud de las naves. El interior importa más pues simboliza el alma, el exterior la vida material.
- Decoración: escasa. Columnas, mosaicos y decoración del ábside.
Resumen
Tras los edictos de 311 y 313 todo cambió y los cristianos, al poder salir a la luz y practicar su religión sin impedimentos ni persecuciones, decidieron crear una arquitectura propia adaptada a las características y necesidades de su culto. Se requería un tipo de edificio con capacidad suficiente para acoger a una numerosa comunidad de fieles, la asamblea o iglesia, y con un lugar destacado para el oficiante del culto. El modelo de templo antiguo, concebido como mansión de la divinidad, no se ajustaba a estas necesidades y además tenía connotaciones paganas que se prefería evitar.
El resultado fue la basílica cristiana, cuyo modelo pudo ser la basílica del foro. En cualquier caso, se inspiró en los edificios romanos destinados a reuniones y audiencias.
Estructura de la basílica:
· La planta es rectangular y está dividida en tres o cinco naves longitudinales, separadas por columnas que soportan arcos o un entablamento.
· La nave central es más alta y más ancha, con cubierta a dos aguas; su armadura es de madera, a veces oculta por un techo plano con casetones; y su diferencia de altura con las naves laterales permite la apertura de ventanas que la sobreiluminan.
· En la cabecera, la nave central se prolonga en un ábside semicircular con bóveda de horno, reservado al obispo y al clero mayor.
A esa estructura básica se solían incorporar en las basílicas de Occidente algunos espacios adicionales:
· Una nave transversal o transepto antes de la cabecera.
· Un atrio porticado, precediendo el acceso a la basílica, con fuente en el centro, y un nártex en la entrada, reservado a los catecúmenos -los que estaban en fase de instrucción religiosa y aún no habían recibido el bautismo, por lo que no podían permanecer dentro de la basílica en determinados momentos de la liturgia.
· Para potenciar el ábside es también importante el tratamiento de la luz: la nave central recibe una claridad directa, y las laterales quedan en penumbra; las columnas se iluminan, en cambio el espacio de los intercolumnios está en sombra. Como punto final de este espacio encontramos el ábside que recibe una intensa luz. Todo esto responde a un nuevo sentido litúrgico ya que "... el altar pasa a ser el centro sagrado y litúrgico de la basílica (...) (se busca la idea de) un acontecimiento que se produce entre el cielo y la tierra; nada puramente terreno constituye ya el centro de la emoción religiosa".
El espacio interior se articula a partir de un eje direccional que conduce desde la entrada hacia el altar y el ábside, principales centros visuales de interés. Su recorrido es un simbólico camino de salvación, reforzado por la orientación que adoptan las basílicas a partir del siglo v: se ingresa en ellas por el oeste y se avanza hacia el altar de la cabecera, situado al este, donde la verdad de Dios se identifica con la luz del sol naciente.
El exterior apenas preocupa, pues se pretende tan solo aislar el recinto sagrado mediante un muro inexpresivo. En este sentido la basílica paleocristiana va incluso más allá que la arquitectura romana, pues ni siquiera se resalta la parte de la fachada.
El resultado fue la basílica cristiana, cuyo modelo pudo ser la basílica del foro. En cualquier caso, se inspiró en los edificios romanos destinados a reuniones y audiencias.
Estructura de la basílica:
· La planta es rectangular y está dividida en tres o cinco naves longitudinales, separadas por columnas que soportan arcos o un entablamento.
· La nave central es más alta y más ancha, con cubierta a dos aguas; su armadura es de madera, a veces oculta por un techo plano con casetones; y su diferencia de altura con las naves laterales permite la apertura de ventanas que la sobreiluminan.
· En la cabecera, la nave central se prolonga en un ábside semicircular con bóveda de horno, reservado al obispo y al clero mayor.
A esa estructura básica se solían incorporar en las basílicas de Occidente algunos espacios adicionales:
· Una nave transversal o transepto antes de la cabecera.
· Un atrio porticado, precediendo el acceso a la basílica, con fuente en el centro, y un nártex en la entrada, reservado a los catecúmenos -los que estaban en fase de instrucción religiosa y aún no habían recibido el bautismo, por lo que no podían permanecer dentro de la basílica en determinados momentos de la liturgia.
· Para potenciar el ábside es también importante el tratamiento de la luz: la nave central recibe una claridad directa, y las laterales quedan en penumbra; las columnas se iluminan, en cambio el espacio de los intercolumnios está en sombra. Como punto final de este espacio encontramos el ábside que recibe una intensa luz. Todo esto responde a un nuevo sentido litúrgico ya que "... el altar pasa a ser el centro sagrado y litúrgico de la basílica (...) (se busca la idea de) un acontecimiento que se produce entre el cielo y la tierra; nada puramente terreno constituye ya el centro de la emoción religiosa".
El espacio interior se articula a partir de un eje direccional que conduce desde la entrada hacia el altar y el ábside, principales centros visuales de interés. Su recorrido es un simbólico camino de salvación, reforzado por la orientación que adoptan las basílicas a partir del siglo v: se ingresa en ellas por el oeste y se avanza hacia el altar de la cabecera, situado al este, donde la verdad de Dios se identifica con la luz del sol naciente.
El exterior apenas preocupa, pues se pretende tan solo aislar el recinto sagrado mediante un muro inexpresivo. En este sentido la basílica paleocristiana va incluso más allá que la arquitectura romana, pues ni siquiera se resalta la parte de la fachada.